domingo, 18 de mayo de 2014

"Siurana, el camino" de Joan Miró


Esta colorida obra del catalán Joan Miró, que se puede visitar en el Museo Reina Sofía de Madrid, data de 1917 y me encantó desde el momento en que la vi. Si me concediesen el deseo de escoger un cuadro del museo como regalo de cumpleaños, este sería el primero o de los primeros que me llevaría a casa. Me parece de lo más alegre, original, decorativo, mágico...  


Viéndolo, me entran al instante ganas de ir a ese magnífico lugar de ensueño, donde todo es felicidad, alegría, juego... Pues bien, esto es posible: Siruana existe realmente. Es un pueblecito situado en la parte baja de la Sierra de la Gritella, en Tarragona, España. Cuenta con un paisaje espectacular, con vistas al río de Siurana y su embalse. 


Ahora bien, observando una fotografía del paisaje real que plasmó Miró en su obra, me doy cuenta al instante de que realmente el mundo mágico y divertido que retrataba Miró, estaba solo en su imaginación.  Por desgracia no existen las montañas multicolores, con árboles de estrambóticas formas y miles de caminos serpenteantes en forma casi de laberinto... 

El paisaje real de Siruana, aparte de su innegable belleza, es un paisaje normal y corriente: con árboles verdes, zonas más o menos secas, más o menos curvas, y más o menos altas... un paisaje del planeta tierra.

¿Pero, por qué conformarse con lo banal, si Miró puede llevarnos a un mundo extraordinario? No hubiera tenido tanta gracia este cuadro, si el pintor catalán hubiese decidido plasmarlo de una manera totalmente realista, como tan bien visto estaba entre la academia en España a principios de siglo XX.
No todo el mundo se hubiese atrevido a pintar tan libremente un paisaje, cambiando tanto la formas y los colores reales como hacía Miró...  Y es que él era atrevido. Miró pintaba con la imaginación de un niño: algunos le llamaban fauvista, algunos decían que su pintura era torpe y que si pintaba así, era porque pasaba tanta hambre que le hacía tener alucinaciones...

Pero ¡que alegria que pintara así de colorido este paisaje! Cerrando los ojos, me imagino por un instante que realmente existe el multicolor camino en las montañas de Siruana... Sí, ya puedo verme allí, oliendo miles de fragancias diferentes, una por cada árbol de distinto color ... de sabrosos aromas y frutos.  Me encuentro tumbada en el césped de color verde savía, con los ojos aún cerrados, despertándome de una dulce siesta que me he dado a la sombra de un frondoso pino, después de haberme tomado un delicioso picnic para culminar la mañana de paseo.  Poco a poco, voy abriendo los ojos. Aún no doy crédito al volver a ver donde estoy. "Esto es el paraíso" es lo que pensé cuando llegué, como de casualidad, al mágico camino de Siruana. Estaba dando un paseo en coche por los alrededores de Tarragona, a donde había ido a pasar unos días para visitar a Artur, un viejo amigo de la familia. Al llegar a un pueblecito llamado "Siruana de Prades" decidí aparcar y bajarme del coche. Hacía un día glorioso y necesitaba estirar las piernas un poco, así que me puse a caminar por un camino rodeado de frondosos árboles. Estaba tan a gusto... algo me llamaba a seguir y seguir avanzando, cómo si hubiese un premio al final del camino. Tal vez eran los extraordinarias fragancias de los árboles multicolores que, al cabo de una hora, tras atravesar una cueva natural, descubrí maravillada. ¡Tenía que estar soñando! Un poco indecisa, observé todo a mi alrededor. No sabía si era real. Y si lo era, no sabía si  me estaba permitido a mí estar allí. No había nadie más que yo. Estaba sola rodeada de miles de árboles de tonos y frutos que no había visto jamás... Algo me incitaba a quedarme allí, se estaba en la gloria... aunque por otro, me daba respeto: pensaba que estaba alucinando. Así que, con mucho esfuerzo, conseguí dar media vuelta y deshacer el camino que había andado hasta llegar a ese paraíso...     Al llegar al coche, aún no sabía bien qué era lo que acababa de pasar. Arranqué y volví pitando a la casa de mi amigo, a media hora del misterioso pueblecito de Siruana.   No me atreví a comentarle nada a Artur de lo que había vivido esa mañana. Pero, por la noche, en la cama, no podía dormir pensando en que necesitaba volver para comprobar que realmente aquello había sucedido... Finalmente, caí en un profundo sueño, y cuando desperté por la mañana, le pregunté a Artur si le importaba que me preparase un picnic para irme a comer a la montaña. Naturalmente, él me dijo que por supuesto que no, y que sentía no acompañarme, pero que él ya estaba muy mayor para esas cosas... Aliviada, marché con el coche de nuevo hasta el mirador en donde había aparcado el día anterior, a la entrada del bonito pueblo... Fui avanzando por camino ya por mi transitado, con mi cesta del picnic colgándome del brazo, hasta llegar, con el corazón encogido, a la cueva pasadiza. Me armé de valor, y la traspasé, con los ojos cerrados. Temía que al abrirlos, descubriese un paisaje normal y corriente en vez del onírico espectáculo de color que había contemplado el día anterior. Tal vez alguien me había drogado...     Conté hasta tres y los abrí. Al principio, borroso, luego ya más nítido del todo: el paraíso que había descubierto hacía veinticuatro horas, seguía allí. ¡No me lo podía creer! ¡Estaba feliz! Eché a correr camino adentro, como una niña con zapatos nuevos. En cada esquina, me iba parando a contemplar la naturaleza surrealista en la que me encontraba. Árboles frutales por mí jamas vistos, césped de todas las tonalidades posibles de verde, frondoso y lleno de amapolas... Colinas con tonos rosados, incluso malvas ¡Quería conocerlas todas!
Así, pasé un día mágico, yo sola rodeada de toda esa naturaleza de ensueño, probando frutas de sabores que no había conocido en la vida... Cuando tuve que volver a casa, ya quería regresar...  Decidí que lo mantendría en secreto. Sabía, que si había llegado hasta allí, había sido un regalo del destino y que no se le concedía a cualquiera...Desgraciadamente, al día siguiente, ya me tocaba volver a mi ciudad. Me despedí de Artur dandole las gracias por la maravillosa semana en su casa que había pasado, y le prometí regresar al año siguiente.  Y por ello, estoy hoy aquí, tumbada en el mágico camino de Siruana, un año después desde que lo descubrí. Recién despertada de la siesta bajo un pino, aun sigo dando las gracias, a quien sea o a lo que fuera, que me llevó a este lugar secreto....

Bueno, después de todo este párrafo... así es como me imagino yo al ver este magnifico cuadro de Miró, uno de mis pintores favoritos. "Siruana, el Camino" me teletransporta a ese paisaje mágico de ensueño, en el que todo es paz y felicidad, con exóticos sabores, olores y sonidos...  ¡Ojalá se pudiese vivir esa experiencia de verdad!

sábado, 17 de mayo de 2014

El misterio Picasso

Para todos aquellos que hayáis visto la película/documental Le mystère Picasso, de Henri Georges Clouzot, como para los que no, voy a dedicar esta entrada a una de las muchas obras que crea Picasso durante el largometraje. Se llama Playa de la Garoupe. Elijo esta porque me parece muy divertida e inspiradora, aunque en realidad, podría haber escogido cualquier otra, porque son todas estupendas.

Voy a realizar un ejercicio de imaginación, porque, las obras de Picasso, tan variopintas y originales, me resultan, como dice el nombre de la película, un misterio para mi... ¿de dónde  saldrían esos personajes que pintaba en sus cuadros, además, con tanta improvisación? ¿en qué lugar de su mente se encontrarían las pequeñas figuras, cada cual más graciosa y diferente a las otras? Qué querría decir  exactamente con ellas, y quiénes eran... es todo un misterio, pero, yo voy a intentar recrear una posible historia del origen de cada personaje en este cuadro.

Empecemos por el personaje de la izquierda, y terminemos por el de la derecha:

Un hombre en bañador (o calzoncillos, nunca se sabe) observa el panorama, de brazos cruzados desde la puerta de su casa-  que yo, me la imagino en primera línea de playa en la Garoupe.- Parece pensativo, pero, ¿quién sabe realmente lo que piensa? Podría estar pensando en el bonito día que hace, en las olas del mar que hoy están ajetreadas, puede estar pensando en su mujer o su amante, que tal vez está ahora mismo dándose un baño en el mar... o, puede que no esté pensando absolutamente en nada, como muchas veces ocurre al observar algo tan bonito, que te hace olvidar  todo lo demás...  No sabemos como se llama, pero, vamos a llamarle, para recordarle, por ejemplo, Pedro.

Más abajo, difuminado entre trazos verdes, morados, rosas y naranjas,  divisamos a otro hombre en bañador ¡Que calor debe de hacer! Tanto, que este no se ha resistido, y se está tirando ya al agua de cabeza, ¡esperemos que caiga bien...! A este nadador, podríamos llamarle, para irle conociendo, Pepe. 

A la derecha, por la orilla, camina Roberto, con algo bajo el brazo. Parece una toalla, aunque también podría ser una pelota.  Por su postura, con el brazo libre hacia adelante, decidido, parece que anda apresurado... seguramente sea el típico deportista que le gusta ir a ritmo rápido de una punta a la otra de la playa (en todas las playas se encuentra a alguno de estos) Pero en realidad, Roberto puede que vaya a alguna parte, puede que alguien le esté esperando al final del camino...

¡Cómo si fuera fácil no verles! Por ahí vienen agarrados, la mujer pechugona y el culturista barbudo... Son famosos allí en Garoupe... siempre puedes verles de la mano o abrazados, muy acaramelados... rondarán los treinta, pero parecen unos adolescentes enamorados por primera vez... ríen, juegan con la arena y las olas, se besan, discuten, gritan... son todo un espectáculo, casi como una telenovela. Además, lo bueno es que puedes verles casi a diario, así que no te pierdes ningún capítulo de su tragicomedia amorosa. Llamémosles, Calisto y Melibea. Aunque también podrían ser Don Andrés de Alcazar y Doña Lupita Ferreira...  No sabemos exactamente en que situación amorosa se encuentran hoy, pero por lo agarraditos que caminan, parece que los humos están despejados...


Atravesado por una especie de pararrayos (nunca viene mal las precauciones, sobre todo en una playa tan concurrida como esta) vemos a Peter el Aventurero, todo de blanco sobre el intenso azul del mar, haciendo Kitesurf -este deporte que está tan de moda, en el que va la gente montada en una tabla, impulsados por una cometa... - puede resultar un poco peligroso ¡se avanza rapidísimo! sobretodo los días de viento como el que parece hacer hoy... Menos mal que está Valentino, el guapo vigilante de la playa, al acecho, con su redondo rostro vigilante -casi en el centro del cuadro... - Pasa ahí horas y horas, pero lo cierto es que nunca se aburre: en esa playa siempre pasa algo, y él es un buen observador... Hombre de pocas palabras pero mirada llamativa y profunda... No pasa desapercibido por las jovencitas, que intentan llamar su atención en la playa, tomando el sol bajo su puesto de vigilancia, dirigiéndole tímidas sonrisas, miraditas y silbidos... ¡aunque sin muchos resultados...! Valentino es un joven muy misterioso. Ha salvado muchas vidas todos los veranos, todo el mundo sabe quién es y le están muy agradecidos por su estupendo trabajo, pero nadie sabe cómo es él realmente, cómo es su vida aparte de los veranos en los que trabaja en la playa, cuál es el oscuro pasado, que, a veces, parece esconder tras ese rostro tan bello pero serio....

Para ilustrar a las busconas señoritas que intentaban llamar la atención de Valentino, allí tenemos a Sandra, tumbada sobre la arena, a los pies del puesto de vigilancia (podemos verle justo debajo del socorrista en el cuadro, con un bikini de color azul) Con una postura muy estudiada, se broncea durante horas y horas cada día, mientras que observa con anhelo y esperanza al joven socorrista, maquinando e imaginando la situación perfecta en la que ella se marearía por el calor y él bajaría a rescatarla... (y con un poco de suerte, ¡hasta le haría el boca a boca!)

Abajo del todo, por la derecha de Sandra, aparecen las mesitas de la terraza del bar-restaurante La Pesquería de la Garoupe, mítico del lugar, cuyo dueño, Jose Frías, estuvo casado en París con una famosa bailarina de ballet, muy amiga de la famosa Olga Khokhlova (¡qué casualidad para nuestro amigo Picasso!)  Estupendo lugar para tomarse un tentempié y una bebida para refrescarse a lo largo  de la jornada playera... Incluso los hay, que se permiten el lujo de comer allí (tienen unos pescaditos  frescos riquísimos)

También los hay que prefieren ser ahorradores, y ya que van a la playa, aprovechan para llevarse unos bocadillos para la comida, como adivino que es el caso de la madre y el hijo que regresan de la mano, tras darse un baño, hacia su sombrilla... ¡qué divertidos son los días familiares con picnic!


Y, por último, pero no menos importantes (sí, importantes en plural, porque me da la sensación de que las dos últimas figuras tienen una historia aparejada...) se encuentran Margarita y Joaquin.  Representados en una esquina de la composición, creo, por alguna razón. Se trata de una historia importante... ¿por qué sino iba Picasso a molestarse por darles una situación tan privilegiada dentro del cuadro?  Ella tan enorme, y el tan alargado y sugerente...Además, se encuentran como separados del resto de los personajes por lo que parece un poste de electricidad (por las cables que lleva a ambos lados.. ) 

Margarita es elegante: no solo en su manera de sentarse, esa postura tan "casual", ni por su original sombrero importado de Milán... Sino porque su tono de piel, resalta sobre el resto. Picasso la quiso pintar de color verde. Sin duda, se trataba de una chica especial, diferente al resto. Parece tan independiente... creo que por eso Joaquin, la misteriosa figura alargada del extremo derecho, la observa embelesado... yo creo que la admira, pero no se atreve a acercarse a ella. La lleva acechando desde hace tiempo... 
Como al resto de los personajes, a la figura de la derecha la hemos puesto un nombre aleatoriamente: Joaquin. Pero a mi, al fin y al cabo después de contar toda esta historia... me da la sensación de que el hombrecillo apodado por mi Joaquin, se trataba en realidad -representado de manera anónima y camuflada (todo de negro, sin casi forma) - del mismísimo Picasso. Algo me dice que el pintor se quiso retratar, observando a la mujer que tanto deseaba conocer desde hacía tiempo, pero a la que no se animaba a acercar... Apodada también aleatoriamente Margarita, pero su nombre real, no lo podemos saber...



Cómo tampoco podemos saber si esta historia inventada se acercaría  a la realidad que pintó Picasso...o no...!! Al igual que la historia la he querido escribir de esta manera, podría haber sido de cualquier otra forma...seguramente, a cada persona se le ocurra una diferente: es lo que tiene el maravilloso poder de la imaginación. Y todo gracias a la divertida oportunidad para imaginar que nos brinda Pablo Picasso con cada uno de sus cuadros.